Freddy Pacheco
PhD
Donde mejor se refleja la enfermedad de la democracia costarricense es en el número de electores que rechazan, absteniéndose a votar, a los candidatos que le ofrecen los partidos políticos. Si no fuere por los miles de millones de colones en propaganda que (ahora nos percatamos) gastan u ofrecen pagar con bonos virtuales que al final no tienen valor alguno, muy pocos “comprarían ese producto” que ofrecen las agencias de publicidad.
Pero si en las elecciones para elegir Presidente de la República y diputados a la Asamblea Legislativa tal realidad no deja de preocupar, es en las elecciones de alcaldes donde los síntomas son casi fatales. Contrario a lo que podría pensarse (por ser sede de la ciudad capital) el cantón central de San José es el peor ejemplo de democracia participativa y representativa. En el proceso electora del 2002 el nivel de abstencionismo alcanzó el 82,9%, cifra mayor que el promedio nacional y que el promedio de la provincia a la que pertenece.
Cuatro años después, cuando se diera la reelección del ingeniero agrónomo Araya Monge, el ilustrativo abstencionismo aumentó al 88,1%. De casi 224.000 electores, una minoría de unos 18.000 ciudadanos fue la que creyó en la propuesta que se le ofreció.
Solo un 8,3% de los inscritos en el padrón electoral fueron los que finalmente reeligieron a don Johnny Araya. Un porcentaje superior al 81% (¡esto sí es una mayoría!) no le prestó la mayor atención al que resultara electo.
Tal vez por razones financieras las autoridades electorales siempre se han opuesto a que se establezca (como sucede con las elecciones presidenciales) un porcentaje mínimo para que una elección de alcalde tenga validez. Por ello, cual si se tratara de la directiva de una junta de educación básica, la gran mayoría de los ciudadanos a veces ni se dan cuenta de esos procesos electorales y, como es evidentemente beneficioso para los malos candidatos, ellos se esmeran porque así sea. Y es que con unas tres o cuatro comunidades propensas al clientelismo electoral, se ha demostrado lo fácil que es ganar (con un puñado de votos) una elección.
Como dentro de seis meses se habrán de dar las elecciones de alcaldes, y porque nos interesa el bienestar de la ciudad de San José que nos vio nacer y crecer, aspiramos a que se dé un cambio sustancial en el proceso electoral que se avecina. Solo con una mayor participación ciudadana saldrá fortalecida la democracia y, como consecuencia, la ciudad capital podrá liberarse de las amarras que la embargan.
Aspiramos a que San José vuelva a ser la metrópoli segura, limpia, ordenada, alegre y, si se quiere, coqueta, que fuera hasta hace unos 20 o 25 años. Que regresen sus pobladores y renazcan los barrios del casco central, ahora convertidos en lotes baldíos refugio de delincuentes. Para que en lugar de barrios chinos —made in Costa Rica— el progreso se evidencie en una mejor calidad de vida para sus pobladores y visitantes de todos los días.
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